Biografía: Director y guionista de cine español nacido en Madrid. Nacido en el seno de una familia muy vinculada al teatro desde generaciones, tuvo marcado en gran medida su destino desde el día en que vio la luz. Hijo de Rafael Bardem Solé y Matilde Muñoz Sanpedro, estudió en el colegio El Pilar, pero su vida estuvo siempre pendiente del trabajo de sus padres, que les obligaba a recorrer la ciudades españolas con sus repertorios escénicos. Tras la Guerra Civil cursó los estudios de ingeniero agrónomo (1943-48), carrera desde la que se animó a ingresar en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC) que se inauguró en 1947 como centro de formación para futuros directores y profesionales del cine español. Allí formó grupo con Luis García Berlanga, Florentino Soria y Agustín Navarro, entre otros. No logró obtener el título finalmente, al suspender la práctica que debía presentar. Durante su estancia en el IIEC, participó en proyectos como Paseo por una guerra antigua (1947) y Barajas, aeropuerto internacional (1950), escribió varios guiones, como “Cerco de ira” para Carlos Serrano de Osma, profesor del Instituto y colaboró como crítico en publicaciones como Índice, La hora y, años después, en Objetivo, revista de la que fue cofundador (1953). Dio su primer paso cinematográfico al lado de Luis García Berlanga, codirigiendo Esa pareja feliz (1951), una excelente película en la que se pretendía hacer una radiografía de la España de la época. Participó en el guión de ¡Bienvenido Mister Marshall! (1952), del mismo Berlanga, producción que le planteó los primeros problemas importantes en su carrera, un enfrentamiento con miembros de UNINCI, la productora de la que comenzó formando parte como accionista. Fueron años en los que Juan Antonio mostró su adhesión al Partido Comunista de España, fidelidad que mantendría hasta el último día de su vida. Bardem inició su carrera en solitario, sin perder la oportunidad de escribir historias para otros con Cómicos (1953) y Felices Pascuas (1954), películas en las que demostró, con ciertos desequilibrios, que sabía dar la imagen apropiada a historias tan distantes como el acercamiento al mundo del teatro, de las compañías de repertorio y la comedia agridulce. Juan Antonio fue un profesional cuya presencia se hacía patente en todos aquellos eventos nacionales e internacionales y proyectos que buscaban altura intelectual. No pasó desapercibida su asistencia a las Conversaciones de Salamanca, celebradas en 1955. Allí fue donde dejó plasmado el famoso y discutible pentagrama sobre los defectos del cine español, un cine que según su opinión era “políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico”. Fueron momentos políticamente intensos, en los que los jóvenes buscaban alternativas al cine que dominaba el panorama español de la época.