Biografía: Director de cine estadounidense, nacido en Clinton (Massachusets). Clarence Brown fue el hombre tranquilo de voz queda que cautivó al magnate más poderoso de Hollywood y a las actrices más privilegiadas de la época. Sus primeros pasos se encaminaron, sin embargo, hacia otra industria, completamente opuesta pero igual de aventurera. Brown se graduó en la Universidad de Tenessee en 1910 como ingeniero técnico y comenzó a trabajar en lo que parecía que iba a ser su profesión de por vida, la industria automovilística y aeronáutica. Pero en los cinco años siguientes un acontecimiento cambió su vida. Con la llegada de los "penny-arcade" (locales en donde había kinetoscopios de Edison) un mundo nuevo de posibilidades se abrió ante los ojos de Brown y se adentró en él sin vacilar. Deja de pilotar aviones de transporte y vendió su empresa, la Brown Motor Company para convertirse en ayudante y montador de Maurice Tourneur, que era lo mejor que podía pasarle a alguien que comenzara en la industria en aquel momento. En 1920 dirigieron ya juntos algunas películas, como El último mohicano o The Foolish Matrons, y a partir de ahí, y durante los siguientes cinco años, Brown fue perfeccionando su técnica y aprendiendo de Tourneur dos cosas fundamentales: el sentido estético y cómo crear una estructura romántica. Pero fue sobre todo a causa de dos títulos -El águila negra (1925), con Rodolfo Valentino y Kiki (1926), con Norma Talmadge- por lo que Brown llamó la atención del estudio que se iba a convertir en su hogar para el resto de su carrera: la Metro Goldwyn Mayer. La Metro contrató a Brown en 1926 y pronto tuvieron ocasión de comprobar que no sólo era un técnico competente, sino también un diplomático que no tenía precio a la hora de tratar con las grandes estrellas. Una de ellas, Greta Garbo, se benefició especialmente de su amabilidad y su talento. Su colaboración cinematográfica iba a ser una de las más interesantes del Hollywood de la época. El demonio y la carne (1926) fue la primera película que interpretó al lado de John Gilbert y fue tal el éxito y la popularidad que la actriz alcanzó -a partir de entonces se la llamó “la divina”- que pudo renegociar su contrato con la MGM. Pero además fue el comienzo de su idilio con Gilbert y una fructuosa colaboración profesional. Con Greta Garbo, Brown ganó el León de Oro en la Mostra de Venecia de 1935 por la película Ana Karenina. Louis B. Mayer apreció desde un principio la lealtad de Brown y su capacidad para producir películas. Cuando en 1936 Irving Thalberg falleció, Mayer pidió a Brown que fuera el artífice de las películas que a él le gustaba ver: las que defendían los valores hogareños. Así se sucedieron una serie de títulos de éxito que llevaban la marca conjunta de Mayer y Brown, y por tanto, del estudio. Edison, el hombre (1940), con un guión que fue nominado al Oscar; La comedia humana (1943), que era la película favorita de Mayer y sí conseguiría el Oscar al mejor guión, además de otras nominaciones; National Velvet (1944) y El despertar (1946), fueron quizá los títulos más emblemáticos de este cine que tanto agradaba a Mayer y que además proporcionaba numerosos premios y nominaciones; es decir, prestigio para el estudio.